El autor hace un seguimiento de los pasos de Roa en el exilio, junto a José Asunción Flores, Carlos Federico Abente, Andrés Guevara, Elvio Romero, cuando tuvo que ingeniárselas para ganarse el pan. Así se lee la confesión contundente de Roa en el capítulo llamado “Los trabajos y los días”: “Fui mucamo, vendedor de seguros, mercachifle de libros, autor de tangos y chacareras, consultor sentimental, escritor de horóscopos, vendedor de chafalonías, guionista de cine, cantor y lo que se les ocurra”. En resumidas cuentas, el Premio Cervantes 1989 ha sido un pobre de solemnidad, y tuvo que aprender el duro oficio de la sobrevivencia, como cualquier prójimo.
Augusto Roa Bastos fue el primer escritor importante, prácticamente, que hizo conocer nuestro país en el exterior. Palabras de Tomás Eloy Martínez: “Ha conseguido definir una América auténtica, ha llegado a iluminar la peripecia personal con sus sólidos contextos sociales, políticos e históricos que, si corresponden fundamentalmente al hombre de su país, toca también a todo Hijo de Hombre latinoamericano”.
Armando Almada Roche nos adentra en la preocupación del escritor, quien asegura que hacer un libro equivale a ejercer un acto de fe, y que se debería tratar de reforzar las instituciones democráticas en Latinoamérica.
Se sabe que Augusto Roa Bastos no fue solamente aquel escritor que habría de dar una identidad a nuestro país a través de sus dos novelas más consagradas, Hijo de hombre y Yo El Supremo, sino el ser humano, el intelectual, el artista que movilizado por una gran fuerza interna, una voluntad sui géneris, se levantara contra el absolutismo.
¿Y qué decir de su lucidez proverbial?
Pues el mismo escritor hace estas declaraciones fundamentales y complejas, apenas Yo El Supremo es publicado en Buenos Aires: “Estoy aún muy saturado de todo este tiempo de trabajo que me ha llevado elaborar este texto desesperado, delirante, lúcido por momentos, pero siempre en lucha terrible con una realidad no solo del pasado, sino también del presente, en el destino de nuestros países”.
Almada Roche nos coloca ante los pensamientos de Bastos en torno a Kafka, el inefable, el que nunca pareciera terminar de vaciar el pozo del pensamiento humano, y las obras de Lawrence, quien tan bien reflexionara sobre la deshumanización de los tiempos modernos.
Y Roche también nos ubica en algunos recuerdos del maestro en relación con el cineasta Armando Bó, quien decidió filmar uno de los cuentos incluidos dentro de El trueno entre las hojas.
Este texto, que es un gran navegador, va por las aguas profundas de casi toda la producción literaria de Augusto Roa Bastos. Así aparecen consideraciones y reflexiones sobre Lucha hasta el alba? Vigilia del Almirante, El Fiscal, Contravida, Madama Sui.
El material contiene fotografías de la época por demás llamativas. Algunas guardan relación con la filmografía de Roa Bastos. Y sí que fue un prolífico guionista y adaptador. Vayan unos títulos: El trueno entre las hojas, El último piso, Hijo de Hombre/ Choferes del Chaco, La boda, La madre mía, La sangre y la semilla.
Estamos ante una obra que vale la pena, y cuánto, ser leída.
Delfina Acosta
desde Asunción del Paraguay
10 de Julio de 2011
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