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Las moradas del universo - un nuevo libro de Renée Ferrer


El libro de la escritora y poetisa Renée Ferrer, que lleva por nombre La moradas del universo y que fue publicado por la editorial Servilibro, es un camino lírico y altamente apasionado, en el que la autora va dibujando, va retratando casi, los distintos perfiles del alma. La Ferrer nos habla del alma que viaja interminablemente, deseosa como está de moradas, de luces, de algún lugar, hogar, quizás, donde sentirse a salvo dentro del gran mapa del universo.

La búsqueda de la ascensión, a pesar de los páramos que puedan presentarse, de las puertas que pudieran ser negadas, a la morada de lo absoluto, a puerto seguro, finalmente, es el gran movilizador de estos versos desplegados al viento.

“Señor, toma mi alma” escribe en la página inicial Renée Ferrer, a modo de presentación del material literario. Su entrega es elemental.

Los muy inquietantes versos de Renée Ferrer nos llegan en abundancia, como si cada poema fueran muchos poemas a su vez, y por sus palabras se desatara el fluir incesante de aquellas cosas que solo ella se atreve a decir.

¿Qué experiencias, qué acontecimientos, qué estadios místicos habrán marcado el corazón, el espíritu de esta notable escritora, para entregarnos una obra de esta naturaleza, que en determinados momentos nos dejan cavilando profundamente?
A medida que uno se va sumergiendo en la lectura del material, encuentra una poesía que busca, y con cuánto anhelo, la Luz, siempre la Luz.

Esta exploradora de la palabra es peregrina, también, de su propia palabra. En cierta manera, ella y la palabra son un todo, una misma esencia, y ambas, madre e hija, están definitivamente selladas.

Estamos ante una poesía auténtica, que muestra las desnudeces del alma sin retaceos, sin vueltas, y que se gestan en una búsqueda permanente de un camino, de una morada, o de las moradas.

Este oficio suyo ha hecho lucir su nombre en cuentos, en dramas, en novelas, en ensayos históricos, en obras de teatro y en poemas. Renée Ferrer pareciera estar siempre dispuesta a vaciarse, a entregar carne y huesos en todo cuanto hace.

Ella es conocida, desde siempre, por mantener el pulso de la originalidad, y la curiosidad por descubrir nuevas formas y distintas maneras de comunicación o expresión. Y vaya si es original y muy expresiva en estos versos: Es, soy, somos/ una luz que late solitaria al pie de la montaña, / una gota de luz que piensa, / canta y atesora/ la luz de otras autoras./

Estamos en un mundo de aflicción, de guerras, de prisiones espirituales, donde las penas hacen errática, a veces, la existencia del hombre. Ante esta verdad, esta realidad tan latente como dolorosa, que expone nuestra fragilidad humana a diversas experiencias, la autora nos plantea una posibilidad, recóndita, por cierto, pero posibilidad al fin: recorrer las moradas, los parajes diversos del universo, con la finalidad de hallarse, alguna vez, ante algo que redima, que encienda las hermosas estrellas que quieren ver los ojos.

Verdad es que hay que saber escudriñar en los versos de Las moradas del universo.

La lectura del material poético es un desafío, indudablemente.

En algunas líneas el lector hallará rotundas expresiones sobre la muerte: Por qué calumniamos a la muerte / si nosotros somos inmortales. / Bajarás a la tumba con los ojos guarecidos/ por las lluvias de enero, / me iré con las ojeras roncas como caracolas marinas / repitiendo el canto de todas las auroras/ entre los dientes.

LOS ALBERGUES

Múltiples son los mundos habitados del universo,
albergues que se pierden y retornan
inmersos en la distancia sin bordes de la eternidad.
Rotan suspensos en los brazos del cosmos
acogiendo las multitudes que transmigran
arropadas por el desconocimiento.
No lo sé, ni tú tampoco, me supongo,
antiguo buscador de estrellas,
pues solo podemos alcanzarlos
con los ojos germinales de la imaginación.
Sus puertos pululan dispersos en playas remotas,
surcan el espacio esperando el arribo
de barcos invisibles
con su carga de vida y esperanza,
la alegría o el dolor tatuado en la frente.
En qué recodos del cielo, en qué trazo orbital,
en qué aislada vecindad de estrellas,
y sin noticia de sí mismos,
levantan sus paredes y tejados para albergarnos.
Refugio o cárcel, infierno o paraíso,
astros de luz refleja,
planetarios navíos que atraviesan
las entretejidas coordenadas del orbe
para alojar a los inquilinos del zodiaco
sin indagar sus nombres,
ni su absolución o su condena.

Renée Ferrer

Una nota de Delfina Acosta
Asunción del Paraguay
3 de Julio de 2011

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